lunes, 18 de octubre de 2010

Pan Y Circo


¿Quién no se ha preguntado por qué algo está bien o mal?, ¿quién o qué decide lo que es bueno o malo para un colectivo de personas? Ayer mi amiga y yo manteníamos una discusión en torno a cuáles son los valores que deben regir la convivencia de una sociedad y cómo se determinan.

Parece claro que todo grupo humano ha de poseer unas reglas y unos principios que organicen su vida y las relaciones que establecen recíprocamente; en palabras de Rasca, se autodotan de un “orden de vida social”. Y yo me pregunto… ¿deben esos valores estar escritos? Porque, a mi modo de ver, y no quiero con ello salirme del tema de discusión, en las sociedades modernas confundimos progreso con relativismo y, en ciertos asuntos, ¿no sería conveniente que consiguiéramos unos mínimos para los que existiera un aceptable consenso?

Hablamos de derechos fundamentales, de libertad (y esa famosa máxima que dice que “mi libertad termina donde comienza el ejercicio de la libertad de los demás”) y de respeto; pero nos olvidamos que toda convivencia ha de basarse en el acuerdo.

Decía mi amiga “Rasca” que lo interesante es buscar el término medio entre la predeterminación de los valores y principios por parte de un ente exógeno (lo cual podría llevarnos al extremo de un régimen dictatorial) y la absoluta relajación y relativización de los mismos (que podría desembocar en algo parecido a la anarquía); bien, pero, ¿quién marca ese término medio y en qué consiste? A mayores, ¿cuál es el papel que debe jugar el Estado?
Esto me lleva a la eterna discusión acerca de la asignatura “Educación para la ciudadanía”. ¿Está el Estado legitimado para animar a una cierta ética cuando por otro lado se autoproclama como laico?
No cabe duda que contenidos como la educación iusfundamental-constitucional, vial o sexual son materias que deben tratarse con naturalidad por los ciudadanos, pero no podemos olvidar que en nuestro país conviven muchas culturas, que deben ser tenidas en cuenta, conciencias laicas y religiosas –de toda índole– y que el papel del Estado es el de preservar la coexistencia pacífica entre todos los habitantes de un territorio.

En primer lugar, gracias por lo de amiga. Jejeje. Recuerda siempre, ¡sin acritud!! ;)
Vamos al meollo. Estoy de acuerdo como decías anteriormente que deben existir unos preceptos que regulen a la sociedad, pero estos son determinados por la propia sociedad que inconscientemente los va marcando y aplicando. ¿y cómo lo hace? Pues a través de un debate continuo y armónico. Si existiera una única forma de ver las cosas, no sería necesario este debate y no habría diferentes formas de vivir ni diferentes culturas ni subculturas.
¿Recogerlos? Es inviable. Sería un ejercicio arduo y  constante, ya que, la sociedad es un ente vivo que evoluciona lento pero siempre en continuo movimiento.

En cuanto al Estado, para mí, debe ser un mero árbitro que trate de ofrecer las mimas posibilidades y derechos para todos, preservando a su vez, que se respeten las reglas del juego. Estas que han sido aceptadas por todos, como la Constitución aprobada por referéndum o las leyes aprobadas en el Parlamento.
Por otro lado, me gustaría puntualizar que el Estado se declara laico, pero no por ello es amoral o no ético.

Pero, entonces, si el Estado sólo tiene la labor de arbitrar y de asegurar que se respeten las reglas del juego… ¿cómo justificas la “Educación para la Ciudadanía”? ¿no supone ésta una declaración programática de los principios y valores que deben enseñarse en la escuela?
Como el propio título dice, el Estado no se limita sólo a ser un árbitro de la realidad social, sino que se esmera en ofrecer a sus ciudadanos “pan y circo”, es decir, (y no quiero restar ningún mérito a estas hazañas, amante del deporte como soy) se afana en potenciar y alabar los éxitos deportivos que nuestros nacionales están consiguiendo en toda modalidad deportiva, para esconder los verdaderos problemas y crisis que deberíamos afrontar.
Estoy de acuerdo en que los valores son cambiantes y que no podemos prefijarlos, pero sí creo que debemos luchar contra el excesivo relativismo, conseguir acuerdos estructurales (que deben ser conseguidos por los agentes políticos y sociales) en torno a los grandes temas que preocupan a la sociedad: educación, cultura, trabajo, energías y tecnologías, terrorismo…
No podemos caer en la auto-complacencia y en el conformismo, querida Rasca. Te paso la palabra.
Gracias Pica.  Pienso que la asignatura de “educación para la ciudadanía” tiene sentido sin contemplamos el vacío que dejan asignaturas tan importantes como las matemáticas como son: la ética, la historia y la filosofía. Materias importantes pero ninguna recogen conceptos vitales como la educación vial y sexual y son motivos de la mortalidad anual del país.
Efectivamente, el Estado, a veces, toma más parte de la que a mi juicio debería, además de intentar esconder los errores que comete. Pero eso no sólo pasa en España. Recuerdo que hace poco recogíamos la noticia de que Alemania acaba de terminar de pagar las deudas de la guerra establecidas en el tratado de Versalles.
Y sí, totalmente de acuerdo en que no podemos caer en la auto-contemplación ni el conformismo pero no por ello, debemos coartar o prescribir las inquietudes y expresiones de la gente, siempre y cuando éstas no sean un delito en sí mismas.

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