jueves, 30 de septiembre de 2010

El tema de la discordia...

Y cómo no, empezar este blog con un tema polémico que tiene a media España dividida, parte del territorio internacional, y por supuesto, a los propios fundadores de este espacio. El tema no puede ser otro que el juez Garzón, asunto que llevamos debatiendo durante años.
Es innegable que Baltasar Garzón ha realizado una labor abnegada y admirable contra el terrorismo. Ha salvaguardado los derechos humanos a escalas que nunca se habían hecho en nuestro país pero también ha cometido errores y además ha abusado de una gran presencia mediática.
¿Cuál es en realidad la verdadera postura que ha de mantener un juez? ¿Qué cualidades tiene que tener para ser bueno en su trabajo? ¿Ha de reunir algunas cualidades específicas, así como, actitudes y aptitudes? ¿No pueden cometer errores? ¿Han de pasarle factura estos mismos si los comete? ¿Qué responsabilidad ética y moral ha de tener un juez?
En primer lugar, hay que decir que la judicatura es ejercida por seres humanos. Personas normales como hijo vecino con sus propios problemas y con sus buenos y malos días. Pero su trabajo conlleva una gran responsabilidad y a nadie nos gustaría que tuviéramos un juicio y en nuestro turno de alegaciones el que nos ha de juzgar este durmiendo o mirando el facebook. ¿Pero eso implica que no tenga derecho a equivocarse, si supuestamente errar es humano?
Siempre se dice que las equivocaciones de los porteros de futbol tiene un coste más alto que las de un delantero, pero en muchas ocasiones la culpa no es del portero propiamente dicha, sino de una mala defensa.
La justicia se compone de muchas figuras al igual que el futbol, pero si una de ellas falla le pasa ese hándicap a su compañero. Este último no solo tendrá que salvar su trabajo sino resolver los desajustes ocasionados. Pero el mérito del triunfo siempre se los adjudicamos al juez, al héroe o al goleador. ¿Pero qué pasa con los mediocentro, los defensas y el portero? ¿No tienen mérito?
Iker Casillas, ese héroe nacional que nos ha salvado de muchas. Ha tenido a España en un suspiro durante todo el mundial. Pero aunque nos encanta no es Dios ni Superman y en ocasiones no ha conseguido parar el ansiado balón teniendo además graves consecuencias como en el primer partido de la pasada competición. En todos estos días, solo ha habido halagos, merecidísimos, pero nadie recuerda los errores cometidos de antaño. Entonces, ¿Por qué sopesan más los errores en Garzón ahora que sus innumerables acierto durante años en temas tan importantes y trascendentes para la sociedad como los derechos fundamentales?
El “Pica...pleitos” sostiene que se ha de penalizar los errores cometidos le pese a quien le pese. De todos es sabido que el derecho no entiende de sentimientos sino de hechos. Pero, si sus aciertos han sido mayúsculos y sus  errores pequeños y minoritarios ¿por qué este acoso y derribo mediático? ¿Existen intereses en el cese de funciones a que ha sido sometido? ¿Por qué antes era inmensamente elogiado y ahora nos estorba Garzón? ¿Gana o pierde la sociedad con su marcha de la justicia española? Sinceramente, reconozco que el magistrado-juez ha cometido errores pero irrisorios con sus bazas ganadas a favor de la sociedad y la humanidad.
Sin más dilatación, paso el turno a nuestro “Picapleitos” particular para que haga sus alegaciones.

Amiga “Rasca... y gana”. De nuevo este tema espinoso. No voy a entrar a discutir sobre si Baltasar (parece el Rey Mago) ha llevado a cabo una buena labor o no, porque en eso estamos básicamente de acuerdo. Por supuesto que no esperamos que aquél que va a definir nuestro futuro esté twitteando en medio de la vista, pero sin embargo, yo creo que a un juez hay que pedirle algo más. Al igual que deberíamos elegir siempre a los mejores para gobernarnos (¡0h, no! Para qué habré abierto la boca…), también a los jueces y magistrados debiéramos exigirles una mayor capacidad y, por ello, responsabilidad. Por no extenderme, mi opinión es clara: si bien la función que ha desarrollado es digna de mención, no podemos tolerar que lo haga a toda costa, saltándose las normas y las reglas del procedimiento que nos vinculan a todos. Él no puede situarse por encima de las normas que hace cumplir a los demás. Y por ello, debe ser juzgado. Dicho esto y para terminar, creo que si el resultado del juicio es positivo, deberían devolverle a un puesto del que, por otro lado, le han desposeído de forma vergonzosa teniendo en cuenta su aportación a la sociedad.
Dejo paso a la contestación de “Rasca y gana”.

Evidentemente no se puede comparar a un juez con un político. Este último tiene su cargo durante un periodo limitado y basado en una experiencia profesional y académica no dirigida a priori al cargo que posteriormente ocupe. Es decir, no existe una única carrera para ser presidente del gobierno, o alcalde, o incluso otro cargo público. (Véase el ejemplo de Julián Muñoz, camarero antes que alcalde)
Por otro lado, ¿a caso queremos jueces robotizados? Máquinas que no tengan un mal día y no cometan ningún fallo, pero a la vez inertes de emociones. Sentimientos unidos a la vida  humana y que forman parte de nuestra personalidad, recuerdos... Si tuviéramos una forma única de llevar a cabo la judicatura, ¿dejarían de existir esas peleas entre tribunales de diferente rango? ¿pero sería democrática una sola visión? ¿Tendría sentido seguir investigando y analizando el campo de la jurisprudencia si estuviera todo dicho? ¿Y por qué otros sistemas jurídicos, como el argentino, apoyan a Don Baltasar Garzón? Venga, concluye, “Picapleitos”.

Concluyo, “Rasca y gana”. Tratas de llegarme a la fibra sensible, pero no te voy a dejar. No trato de comparar una profesión y otra, pero sí creo que ambas deberían estar ocupadas por personas competentes.
En cuanto a los jueces robotizados, es cierto que todo sistema jurídico debe huir de ellos, y los errores pueden suceder, pero lo que tenemos que evitar es que esos fallos se produzcan porque un garante de la legalidad se la salte a la torera (¡¡y oléeeee…!!).

Bueno amig@s, como veis, nosotros no nos vamos a poner de acuerdo… Así que… Y tú, ¿qué alegas?